La chica de la rosa

65
25/04/12 14:06






John se levantó del banco, arregló su uniforme y estudio la multitud de la gente que se abría paso hacia la Gran Estación Central. Buscó la chica cuyo corazón él conocía, pero cuya rostro y cuerpo, nunca había visto. La chica de la Rosa.

Su interés en ella o mejor dicho, su amor, su romance, había comenzado 13 meses antes, en una biblioteca de Florida. Tomando un libro se encontró intrigado, no por el texto del libro, sino por las notas escritas en el margen. La escritura reflejaba un alma pura, de grandes valores y capaz de grandes sacrificios. En la contraportada del libro descubrió el nombre de la dueña anterior, la Srta. Hollys Maynell. Con mucho tiempo y esfuerzo localizó por fin su dirección en Nueva York, y le escribió una carta para presentarse y para invitarla a corresponderle.

Unos días después John fue enviado en barco a servir en la Segunda Guerra Mundial. Durante un año y meses los dos se conocieron a través del correo y el romance fue creciendo, ella le daba la esperanza y el consuelo en tiempos tan difíciles para él. John le pidió en algunas ocasiones una fotografía, pero ella se negó, porque decía que una relación verdadera no se podía fundamentar en apariencias.

Cuando por fin llegó el día en que el regresaría de Europa, arreglaron su primer encuentro. A las 7:00 PM en la gran estación central de Nueva York. “tu me conocerás” le dijo ella “por la rosa roja que llevaré en la solapa”. Así que a las 7:00 PM, puntual, John estaba en la estación buscándola. Y el encuentro, así lo narra John:

“Yo estaba buscándola, cuando en eso, una joven vino hacia mí, su figura era alta y esbelta, su cabello rubio y algo rizado se encontraba detrás de sus delicadas orejas; sus ojos eran azules como flores. Sus labios y su mentón, tenían una gentil firmeza y su traje verde pálido la hacía ver como la primavera en vida. Yo comencé a caminar hacia ella, porque ella me miraba, pero no me había dado cuenta que no llevaba la rosa. Y mientras me movía, una pequeña sonrisa curvó sus labios: ¿Buscas a alguien marinero? –murmuró la dama-. Casi incontrolablemente di un paso hacia ella, pero entonces la vi, vi a la Srta. Hollys. Estaba parada casi directamente detrás de la chica y con la rosa en la solapa, esperándome. Era una mujer como de 40 o más, con el cabello algo grisáceo y un poco gruesa. La chica del traje verde se iba rápidamente y como que me llamaba… sentí como si me partieran en dos, tenía el deseo de seguirla, y a la vez un profundo anhelo por la mujer de tan puro corazón, que por correspondencia me había acompañado y apoyado durante los tiempos difíciles. Y ahí estaba ella, tenía un aspecto amigable y sereno.

No puedo negar que me sentí de pronto decepcionado, pero enseguida comprendí que ese sentimiento respondía sólo a la pasión y a la fantasía, y contradecía todo lo que precisamente con su ayuda había descubierto sobre el amor verdadero. Fue por eso que di el paso y la saludé con auténtico entusiasmo. Me dije “tal vez no será romance, pero será algo tan preciado, algo quizás mejor que el romance, una amistad por la que había y debía de estar siempre agradecido”, así que le dije: “Hola, yo soy el Teniente John, usted debe ser la Srta. Hollys, ¿quisieras ir conmigo a cenar?”.

Y ella me respondió enseguida: “Muchas gracias joven, pero usted a quien busca es a mi hija. Es la joven que se acaba de ir, la del traje verde. Me entregó su rosa y me dijo que deseaba asegurarse que usted fuera, en verdad, un buen hombre y no se fijara tanto en las apariencias, y que solo si usted me invitaba a cenar, se la entregase para que usted se la lleve. Lo está esperando en el restaurante de enfrente”.

Aquel encuentro ocurrió al fin de la Segunda Guerra Mundial, hace muchos años. John y Hollys son ya muy ancianos, pero los años solo han aumentado aquel amor probado, que resultó ser verdadero.

-Tomado de internet






………………………………….La Biblia dice:……………………………………
“Escudríñame, oh Jehová, y pruébame;
Examina mis íntimos pensamientos y mi corazón”.  -Sal. 26.2



Al igual que la historia que les he presentado Dios también necesita ir probando las verdaderas intenciones de nuestro corazón dentro de la vida cristiana, las pruebas, los problemas, la falta de dinero, la falta de algún afecto, las enfermedades en realidad son el crisol donde nuestro Padre celestial “muele” nuestra naturaleza humana para ver en realidad “de qué estamos hechos” en un momento determinado.

A veces no somos capaces de soportar un poquito de presión, en otras nos sentimos tan fuertes en nuestra fe que sentimos que podemos enfrentar la circunstancia adversa que fuera sin problema alguno; pero nadie es de hierro ni de acero, somos tan solo hechos de huesos y de carne. La verdadera prueba pasada es aquella en que “la mayor presión se dio” y “la mejor muestra de fe fue demostrada”, sino, recuerde el caso de Lot o quizá mejor: el de David cuando tuvo que regresar a batallar contra Amalec y se “fortaleció en Jehová” antes de hacerlo (1Sm. 30).

Cuando pasamos por circunstancias adversas en la vida es necesario volver la vista a aquel que cuida de nosotros y nos llama, con todo su amor, para que confiemos en Él y nos acerquemos a su trono; ya el Señor ha dispuesto el camino para que usted pueda ir tranquilamente al cielo, y ese camino únicamente es Jesús a quien el Padre ha dado por herencia todas las naciones de la tierra por la eternidad y, si le entregamos todo lo que poseemos en medio de nuestros problemas Él no nos dejará nunca solos, aun cuando nada parezca lógico ni bueno ni claro para nosotros:


Yo (Jesús) soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.  -Jn. 14.6

Alzaré mis ojos a los montes;
¿De dónde vendrá mi socorro?
Mi socorro viene de Jehová,
Que hizo los cielos y la tierra. 
-Sal. 121.1-2

Pero yo he puesto mi rey (Jesús)
Sobre Sion, mi santo monte. 
-Sal. 2.6

Escudríñame, oh Jehová, y pruébame;
Examina mis íntimos pensamientos y mi corazón. 
-Sal. 26.2





…enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. 
-Mt. 28.20 



.