Los heraldos negros

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17/03/09 10:12


Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! 
Golpes como del odio de Dios; 
como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido 
se empozara en el alma... Yo no sé!

Son pocos; pero son... 
Abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. 
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas; 
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma, 
de alguna fe adorable que el Destino blasfema. 
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones 
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre...pobre! 
Vuelve los ojos, como cuando por sobre el hombro 
nos llama una palmada; 
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, 
como charco de culpa, en la mirada. 

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé! 


-César Vallejo (Santiago de Chuco, Perú, 1892 – París, 1938)




………………………………….La Biblia dice:……………………………………
“Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos.” -Pr. 23.26


Aún como cristianos a todos nos gusta entender y conocer que Dios es bueno, y con mayor razón lo creemos si no somos cristianos. Tanto la bondad de Dios como su amor se explican con claridad a lo largo de las escrituras y con esto no hay hombre que tenga problema alguno, y si lo tiene, he echado la culpa de todas las desgracias humanas al Creador, mas no a Satanás y al hombre que destruyen todas las cosas que Dios “hizo buenas” en el tiempo de la fundación del mundo:

“Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares. Y vio Dios que era bueno.” -Gn. 1.10 

Esta expresión: “Y vio Dios que era bueno”, se repite cada vez, en cada uno de los seis días de la creación:

“Y vio Dios que la luz era buena;” -Gn. 1.4a
“Y vio Dios que era bueno.” -Gn. 1.10b
“Y vio Dios que era bueno.” -Gn. 1.12b
“Y vio Dios que era bueno.” -Gn. 1.18b
“Y vio Dios que era bueno.” -Gn. 1.21b
“Y vio Dios que era bueno.” -Gn. 1.25b
“Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera.” -Gn. 1.31a 


Todo fue hecho “bueno” conforme al corazón y la voluntad y la mente de su Hacedor, y lo hizo de tal forma “bueno”, también, para que el hombre tuviera el mejor ambiente donde pudiera vivir y crecer y multiplicarse. En verdad, de cierto, de cierto (como solía expresarse Jesús) que nuestro Padre Dios es bueno:

“Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas “bueno”? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.” -Mr. 10.18 

“Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.” -1Jn. 4.16 


Vallejo atribuye a Dios los males del mundo y los males del hombre sin atreverse a acercarse primeramente y conocer acerca de quien juzga, pone a Dios como el tropiezo donde un hombre halla y vive las mayores y más profundas de sus desgracias; no conoce a Dios, tampoco conoce de su palabra, aún cuando de joven y por influencia del deseo y las decisiones paternas acepta de buen agrado dedicarse al sacerdocio, algo que a la larga tampoco hace y se dedica a las letras al mismo tiempo que a la enseñanza para sustentarse.

¿Cómo sé que no conocía a Dios ni a su palabra?, muy sencillo, basta ver cómo llegó a tener su vida amorosa, tomado de la Wikipedia encontramos estos párrafos que extraigo:
En 1916 frecuenta con la juventud intelectual de la época agrupada en la "bohemia trujillana" (también conocido como el "Grupo Norte") y se enamora de María Rosa Sandoval. En 1917 conoce a “Mirto” (Zoila Rosa Cuadra), su segunda pareja, pero el romance duró poco y al parecer César intentó suicidarse a causa del desengaño. … En 1926 conoce a su primera compañera francesa Henriette Maisse, con quien convivirá hasta octubre de 1928.


Vallejo no conoce el principio fundamental del matrimonio como Dios lo hizo y la obligación (no es sugerencia) de amar a su cónyugue, con la primera mencionada apenas duró un año (si es que duró), con la segunda incluso intenta el suicidio ante el rechazo y ya en Francia, más lejos aún, convive con algunas mujeres sin obligación moral alguna:

“Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, …” -Ef. 5.25 

Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.” - Col. 3.19 

Es fácil echarle la culpa de nuestras aflicciones a Dios, apuntar al cielo y decirle a todos que la maldad que se vive y la permite (eso sí, él la permite para sus propósitos) lo hacen “malo” también a el. De algún modo pensamos que al no “hacerse cargo de la maldad” enseguida, inmediatamente en nuestra desesperación y angustia, esa misma maldad “lo infecta” y “lo pudre” también a él, desconfiamos de su amor y nos alejamos buscando inútilmente una solución mejor.

Dios nos ama, y no hay peor juez de su caracter divino que aquel que vive en la desilusión que por su propio escoger, lejos de Dios, ha llegado a encontrar para sí mismo. Dios desea lo mejor para cada uno de nosotros y es mejor que le dejemos hacer su voluntad, sobre nuestras vidas, sobre nuestras desiciones, en nuestros más caros anhelos y sueños y esperanzas. Él solo desea que le entreguemos nuestro corazón pues solo entonces él podrá actuar, y darnos una vida plena y con significado, que aún con las más duras tormentas que nos lleguen, podremos disfrutar:

“Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos.” -Pr. 23.26 

“Fíate de Jehová de todo tu corazón, 
Y no te apoyes en tu propia prudencia. 
Reconócelo en todos tus caminos, 
Y él enderezará tus veredas.” -Pr. 3.5-6 

“Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos; 
Guarda la ley y el consejo, 
Y serán vida a tu alma, 
Y gracia a tu cuello. 
Entonces andarás por tu camino confiadamente, 
Y tu pie no tropezará. 
Cuando te acuestes, no tendrás temor, 
Sino que te acostarás, y tu sueño será grato. 
No tendrás temor de pavor repentino, 
Ni de la ruina de los impíos cuando viniere, 
Porque Jehová será tu confianza, 
Y él preservará tu pie de quedar preso.” -Pr.3.21-26


¡Qué diferencia con los versos de Vallejo!:

“Dame, hijo mío, tu corazón, …”




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Una melodía de redención

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06/03/09

(El siguiente mensaje quiero ponerlo íntegro entre mis escritos, no añado nada a ello ni le quito nada, representa de manera maravillosa lo que Cristo Jesús ha hecho por cada uno de quienes lo han aceptado como su Señor y su Salvador: Señor porque él es el Hijo, el Creador de todas las cosas antes de la fundación del mundo junto a Dios Padre, y Salvador, por la obra de redención (o salvación) que llevó a cabo en la cruz del calvario, anulando la deuda de nuestros pecados para siempre. ¡A él sean todo honor y toda gloria, por todos los siglos! ¡Amén!)


UN MENSAJE A LA CONCIENCIA

Una melodía de redención
por Carlitos Rey


Un colono europeo llegó con su familia a poblar el antiguo oeste norteamericano. Su esposa murió cuando la menor de sus dos hijas tenía apenas un año, así que la mayor lo ayudó a cuidar con sumo cariño a la hermanita. La pequeña era el orgullo de su padre. Era una criatura hermosísima, de cabello rubio y de ojos azules como el cielo.

Cerca del colono había una tribu indígena que tenía por cacique a un poderoso guerrero llamado Serpiente Rastrera. Éste odiaba a los blancos debido a que había sido objeto de su prejuicio racial. Una tarde, cuando el colono regresó a la casa de su trabajo en el campo, su hija mayor salió a su encuentro, deshecha en llanto. El cacique Serpiente Rastrera había llegado con algunos de sus hombres y había secuestrado a la pequeña rubia, que ya tenía cinco años de edad.

Pasaron catorce largos años en que el desconsolado padre buscó en vano a su hija, hasta que un día un viajero le contó que había visto a una muchacha rubia que formaba parte de una tribu indígena en una comarca cercana. El colono vendió su hacienda y, con el dinero de la venta, que representaba toda su fortuna, fue en busca de Serpiente Rastrera a fin de comprar a su hija. Cuando volvió a verla, su hija ya era una hermosa señorita rubia de diecinueve años como él se la imaginaba, pero que vestía, hablaba y se conducía como las otras mujeres de la tribu.

Serpiente Rastrera quería a la joven, pero también quería el dinero del rescate. Así que le propuso al colono que la muchacha fuera a vivir con él durante un mes, y que al cabo del mes ella decidiera con quién se quedaba. El padre accedió e hicieron el trato.

La pobre muchacha, convencida de que el hombre blanco que se hacía pasar por su padre la había secuestrado, se negó a comunicarse con él desde el principio del mes de prueba. El colono y su hija mayor hicieron todo lo posible por hacerle recordar su vida pasada, pero cuanto más se esforzaban, más inútiles parecían sus esfuerzos por ganar su confianza.

Cerca del fin del plazo acordado, mientras la hija mayor, sin pensarlo, cantaba una de las melodías con la que años atrás arrullaba a su hermanita, ésta reaccionó y comenzó a recordar su pasado. Corrió a los brazos de su hermana y de su padre, y lloró de felicidad al comprender lo sucedido. Este era su verdadero padre, que estaba dispuesto a pagar el precio de su rescate, por más alto que fuera.

Así como a la joven rubia de esta historia, a nosotros también nos ha secuestrado alguien llamado Serpiente. Se trata de «Serpiente Antigua», más conocido como Diablo y Satanás.1 Pero Dios nuestro Padre celestial, que nos ha estado buscando al igual que el colono, ya pagó el precio de nuestro rescate con la sangre de su Hijo Jesucristo. Ahora sólo nos queda decidir si hemos de vivir con Él o de volver a vivir con Serpiente Antigua. Más vale que reaccionemos ante esta bella melodía de redención, y corramos a los brazos de nuestro verdadero Padre, nuestro Padre celestial.


1 Ap 12:9







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