25/03/09 08:21
En las dos ocasiones siguientes pondré los poemas correspondientes a estos mensajes al final del mismo, y de paso aclaro, son de gran importancia juntos para que todo cristiano entienda una parte de la gran valía que tenemos en Cristo y no solo para este vida sino también por la eternidad; para ello utilizaré dos de los más queridos y conocidos de un gran poeta clásico como Rubén Darío; estimo que será de mayor peso si lo hago así dada la calidad que espero lograr en estos con la palabra de Dios por delante, de modo que ahí les va:
………………………………….La Biblia dice:……………………………………
“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” -Jn. 1.29
Jesús es el cordero sacrificial de Dios quien con su muerte satisfizo la demanda de la paga por el pecado que Dios exige al mundo, pues las escrituras mismas dicen que sin derramamiento de sangre no hay remisión (perdón) de pecados. Ningún hombre por sí mismo puede ir a Dios y jamás ha podido ni podrá hacerlo, ni lo hará, por más filosofías, ideales, tácticas, pronunciamientos, edictos, creencias o enseñanzas que proponga por sí mismo para ir al cielo cuando muera, nunca, nadie puede salvarse por sí mismo de la condenación eterna:
“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” -Mr. 16.16
La Biblia no enseña la reencarnación pues no la hay, tampoco enseña que alguien pueda ir a Dios por otro nombre a no ser nuestro Señor y Salvador Jesucristo, quien tenga su esperanza en vírgenes o santos jamás irá al Padre:
“Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” -Hch. 4.11-12
Los tiempos que afrontamos son difíciles, los precios de los alimentos han subido con la excusa del cierre de las carreteras hacia y desde la costa, el precio del barril del petróleo (nuestro mayor recurso) es por demás fluctuante, tener un automóvil se está volviendo cada vez más y más caro pues ya no solo tenemos que invertir en la matrícula y el mantenimiento sino también en el Soat además de un impuesto por contaminación a partir de los 1.600 cc. del motor, y la diferencia de precios (hacia el alza) de los repuestos y servicios; la crisis económica está en todos los labios y en todas las mentes de todas las personas con las que uno se encuentre; nuestro salario con respecto a la inflación no ha subido desde hace siete años y antes bien, ha disminuido por lo menos en un 15% (cálculo personal y “grosso modo” hecho).
Sin embargo, tenemos algo más grande que todo ello, algo que sobrepasa con creces todas las estadísticas de la crisis o los precios internacionales de las cosas y los alimentos, algo que nos ha sido dado en nuestro señor Jesucristo y que nadie puede arrebatárnosla de las manos: la promesa de la vida eterna obtenida por él en su muerte y su resurrección para siempre:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito (Jesús), para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” -Jn. 3.16
“Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo (Jesús), a los que quiere da vida.” -Jn. 5.21
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra (Jesús), y cree al que me envió (el Padre), tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” -Jn. 5.24
El evangelio de Juan está lleno de esta promesa, la más grandiosa quizá del milagro de la salvación para quien solo crea, solo ponga su confianza en Dios y le busque como él ya lo ha establecido en las escrituras: la Santa Biblia. Tan solo por medio de Cristo, por nadie más sino por él. Mas del mismo modo también hay una advertencia a quienes no creen en el evangelio, y que es triste saber pues muchos no aceptan la verdad en palabra de Dios (no en la mía pues yo nada he escrito de estas cosas, sino Dios):
“…y no queréis venir a mí para que tengáis vida.” -Jn. 5.40
“El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay algunos de vosotros que no creen.” -Jn. 6.63-64
“Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.” -Jn. 8.24
“El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.”
-Jn. 8.47
Debemos tener nuestra esperanza solo en Cristo, no en promesas ni en palabras de hombres o instituciones o leyes o creencias o filosofías sobretodo en tiempos difíciles, aún cuando la misma muerte nos visite y llegue a nuestras vidas o la de quienes más amamos, aún con todas las cosas malas que en verdad nadie puede negar y están pasando y, dicho sea de paso, qué mejor sería si aún la misma muerte nos diera el argumento hermoso para hablar bien de alguien que existió, o de nosotros mismos y de nuestra esperanza en el Señor, tal como el poema siguiente y por el cual conocemos a una mujer que existió (su nombre se menciona: Margarita Gautier) y que para el poeta fue tan querida e importante, también me agradaría que cuando yo muera alguien escribiera de mí algo tan bello y que ni la muerte pueda denigrar ni destruir, quizá me gustaría que dijeran que yo amaba los suficiente a mi patria que a pesar de todo nunca la abandoné, o que a pesar de “la crisis” nunca me resigné o no luché o no ayudé a levantar los corazones caidos que ahora abundan por ahí, yo que sé, yo que sé qué podría alguien hablar de bueno (y también, por qué no, de lo malo de mí):
Margarita
In memoriam... A G. Martínez Sierra¿Recuerdas que querías ser una Margarita Gautier?...
Fijo en mi mente tu extraño rostro está,
cuando cenamos juntos, en la primera cita,
en una noche alegre que nunca volverá.
Tus labios escarlatas de púrpura maldita
sorbían el champaña del fino baccarat;
tus dedos deshojaban la blanca margarita,
«Si... no..: si... no...» ¡y sabías que te adoraba ya!
Después ¡oh flor de Histeria! Llorabas y reías;
tus besos y tus lágrimas tuve en mi boca yo;
tus risas, tus fragancias, tus quejas eran mías.
Y en una tarde triste de los más dulces dias,
la Muerte, la celosa, por ver si me querías
¡como a una margarita de amor te deshojó!
-Rubén Darío, 1894
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