Nocturno

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13/03/09 09:04




A Rosario

I

¡Pues bien!, yo necesito decirte que te adoro,
decirte que te quiero con todo el corazón;

que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro,

que ya no puedo tanto, y al grito en que te imploro,

te imploro y te hablo en nombre de mi última ilusión.




II

Yo quiero que tú sepas que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido de tanto no dormir;

que ya se han muerto todas las esperanzas mías

que están mis noches negras, tan negras y sombrías,

que ya no sé ni dónde se alzaba el porvenir.




III

De noche, cuando pongo mis sienes en la almohada
y hacia otro mundo quiero mi espíritu volver,

camino mucho, mucho, y al fin de la jornada,

las sombras de mi madre se pierden en la nada,

y tú de nuevo vuelves en mi alma a aparecer.




IV

Comprendo que tus besos jamás han de ser míos,
comprendo que en tus ojos no me he de ver jamás;

y te amo y en mis locos y ardientes desvaríos,

bendigo tus desdenes, adoro tus desvíos,

y en vez de amarte menos... te quiero mucho más.




V

A veces pienso en darte mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos y huir de esta pasión;

mas si es en vano todo y el alma no te olvida,

¿qué quieres tú que yo haga, pedazo de mi vida,

qué quieres tú que yo haga con este corazón?

VI

Y luego que ya estaba concluido el santuario,
tu lámpara encendida, tu velo en el altar,

el sol de la mañana detrás del campanario,

chispeando las antorchas, humeando el incensario,

y abierta allá a lo lejos la puerta del hogar...




VII

¡Qué hermoso hubiera sido vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre, amándonos los dos;

tú siempre enamorada, yo siempre satisfecho,

los dos una sola alma, los dos un solo pecho,

y en medio de nosotros mi madre como un Dios!




VIII

¡Figúrate qué hermosas las horas de esa vida!
¡Qué dulce y bello el viaje por una tierra así!

Y yo soñaba en eso, mi santa prometida;

y al delirar en eso con alma estremecida,

pensaba yo en ser bueno por ti, no más por ti.




IX

Bien sabe Dios que ese era mi más hermoso sueño,
mi afán y mi esperanza, mi dicha y mi placer;

¡bien sabe Dios que en nada cifraba yo mi empeño,

sino en amarte mucho en el hogar risueño

que me envolvió en sus besos cuando me vio nacer!




X

Esa era mi esperanza... mas ya que a sus fulgores
se opone el hondo abismo que existe entre los dos,

¡adiós por la vez última, amor de mis amores;

la luz de mis tinieblas, la esencia de mis flores;

mi lira de poeta, mi juventud, adiós!

-Manuel Acuña (Coahuila 1849 – Ciudad de México 1873)





Fue el modelo de poeta bohemio y “desesperadamente” romántico, fundó con otros compañeros la “Sociedad Literaria Nezahualcóyotl” mientras frecuentaba la amistad de los intelectuales de su época, sin que por ello lograra salir alguna vez de la pobreza en la que se desenvolvía. Y quizá esto motivó realmente un amor no correspondido por una dama llamada Rosario Peña, y por la cual acabamos de leer su poema más conocido y uno de los de mayor logro literario dentro del castellano de todos los tiempos y de todas las naciones de Hispanoamérica.

Una primera edición de sus poemas completos no apareció sino hasta 1911, y de manera póstuma, aunque también se dedicó a escribir piezas teatrales de las cuales solo se conserva: “El Pasado” (1872).

Manuel no supo enfrentar el rechazo de la joven en quien había puesto todas sus esperanzas y termina suicidándose, contando con solo 24 años, dejando en el ambiente la inquietud de ¿a dónde no hubiera podido llegar como poeta sino determinara él mismo dar fin a su existencia?...






………………………………….La Biblia dice:……………………………………
La palabra de Dios es bien clara, y no deja lugar a ningún tipo de mala interpretación: 
No matarás. -Dt. 5.17

Por este mandamiento conocemos que nadie que ha cometido suicidio va al cielo, pues solo Dios quien dió la vida tiene el poder, la autoridad y el derecho legítimo de quitarla a quien él señale dentro de su voluntad soberana. Entonces, y solo entonces, él envía a la Muerte para que visite el alma de esa persona, si ha hecho bien para con Dios va al cielo, de no, el infierno esta listo siempre a recibir el alma de quien no conoce a su Creador, ni le da las gracias por todo lo que recibe, ni le obedece.

En el programa de El Club 700, la chica de siempre que aparece en él (no recuerdo su nombre) dio un testimonio, hace ya tiempo, que me parece adecuado en este momento; contaba cómo, en un tiempo durante su vida, algunos amigos suyos fueron muriendo uno tras otro y sin razón “aparente” alguna, muchos de ellos muy queridos y amados por ella, en cierta forma dejó incluso de orar y de ir a la iglesia hasta que en una ocasión, mientras estaba en su casa sumamente confundida pues no entendía “cómo puede Dios actuar de tal modo con ella” y separarla de forma muy dura de quienes ama, escuchó con toda claridad al Señor diciéndole: “Soy Soberano”.

Solo entonces entendió lo que estaba pasando, esto significa que Dios tiene potestad de hacer y deshacer dentro de su creación como él bien tenga y quiera hacerlo, y no tiene por qué darnos explicaciones de nada en lo absoluto, él la hizo: desde las estrellas hasta el mar inmenso como una sábana que cobija el mundo, desde el átomo a cada uno de nosotros, él nos hizo, nos dió vida, nos dió intereses propios y deseos propios y un espacio propio, solo él tiene la potestad y el derecho legítimo de hacer lo que bien le plazca. Si no entendemos esto, no podremos sostenernos cuando vengan a nuestras vidas las peores tormentas: la enfermedad o la muerte, el abandono o la ausencia, la soledad o la parálisis. Por lo mismo, es una cobardía no saber enfrentar las consecuencias de nuestros actos o la de otros sobre nuestras vidas: si el perro de un vecino me muerde sin haberlo uno provocado, el culpable es el vecino por no saber educar a su mascota a respetar a los hombres, pero eso no me hace ser tan débil que no pueda afrontar el tratamiento del caso, incluidas todas las inyecciones que fuesen. De igual modo sucede con una decepción amorosa, nadie busca hacerse daño en esa forma pero esa “otra persona” no necesariamente tiene que sentirse atraída hacia uno de nosotros, cada quien tiene sus propios gustos, intereses, virtudes y sueños dentro de los cuales quizá no cabemos nosotros; y es de suma importancia entender perfectamente bien esto. De igual modo alguien se enamora de uno sin poder, quizá, en modo alguno corresponderle por las causas que fuesen.

El suicidio (sobretodo el de tono “romántico”) está haciendo bastante daño más que nada a nuestros jóvenes, porque no se le está dando la importancia que se merece ya que atañe la vida eterna futura tal como lo enseñan las escrituras. Jesús nunca ha justificado ni justificará el suicidio, una prueba clara de ello la tenemos en el caso de Judas que, contrariamente a Pedro, no buscó el perdón que necesitaba y terminó atentando contra su vida. Pedro supo llorar “amargamente” por haber negado a su Señor antes que el gallo cantase esa tenebrosa mañana de la crucifixión, y luego que Jesús resucitó él mismo lo llamó a reunirse con sus compañeros antes de encontrarse de nuevo; mientras tanto, Judas solo mostró remordimiento y nunca buscó el perdón, se fue “al otro lado” queriendo escapar de las consecuencias de sus actos no entendiendo que nadie escapa en realidad de nada, todos damos cuenta a Dios inmediatamente cuando morimos:

“De la manera en que está establecido para todos los hombres, que mueran una sola vez, y después de esto, el juicio.” -Hb. 9.27

Todo muchacho que se suicida va directamente al infierno, ahí está el verdadero peligro de esta práctica que se está volviendo tan común de ver en los noticieros. Y nadie dice nada. ¿Dónde están aquellos que conocen las escrituras? ¿No es tiempo que se levanten anunciando las buenas nuevas del glorioso evangelio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo?...

No matarás. -Dt. 5.17

Mas vale que entendamos esto claramente y a tiempo, antes que esta u otra generación se pierda sin buscar a Dios y se entenebrezca.



¡adiós por la vez última,
amor de mis amores;

la luz de mis tinieblas,
la esencia de mis flores;

mi lira de poeta,
mi juventud, adiós!





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