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29/05/09 07:34
Soneto VII
"Vendrás conmigo" dije -sin que nadie supiera
dónde y cómo latía mi estado doloroso,
y para mí no había clavel ni barcarola,
nada sino una herida por el amor abierta.
Repetí: ven conmigo, como si me muriera,
y nadie vio en mi boca la luna que sangraba,
nadie vio aquella sangre que subía al silencio.
Oh amor ahora olvidemos la estrella con espinas!
Por eso cuando oí que tu voz repetía
"Vendrás conmigo" -fue como si desataras
dolor, amor, la furia del vino encarcelado
que desde su bodega sumergida subiera
y otra vez en mi boca sentí un sabor de llama,
de sangre y de claveles, de piedra y quemadura.
-“Cien sonetos de amor”, Pablo Neruda
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Ruth: La maravillosa
historia de la “cenicienta” bíblica. (4)
Capítulo 2
“Entonces Booz dijo a Rut: Oye, hija mía, no
vayas a espigar a otro campo, ni pases de aquí; y aquí estarás junto a mis
criadas. (…)
Ella entonces bajando su rostro se inclinó a
tierra, y le dijo: ¿Por qué he hallado gracia en tus ojos para que me reconozcas,
siendo yo extranjera?
(…)
Y ella dijo: Señor mío, halle yo gracia delante de tus ojos; porque me has consolado, y porque has hablado al corazón de tu sierva, aunque no soy ni como una de tus criadas.” -Rt. 2.1-13
Y ella dijo: Señor mío, halle yo gracia delante de tus ojos; porque me has consolado, y porque has hablado al corazón de tu sierva, aunque no soy ni como una de tus criadas.” -Rt. 2.1-13
Así como Pablito Neruda nos da a entender en su
poema el afán con el que busca a su compañera, de igual manera nuestro Dios es
el primero que anhela reconciliarse con nosotros y, tal como Booz amaba a Ruth
desde el primer momento en que la vio, también nuestro Padre celestial nos
busca por el mejor medio que pudo dejarnos para conocerlo a él y conocer su
amor, su justicia y su bondad: la Santa Biblia tiene todo para contestarnos
sobre este afán divino en especial y de la naturaleza de aquel lo legó para
nosotros.
La primera ocasión en que la Biblia menciona la
palabra “gracia” la encontramos en la historia de Noé antes del diluvio:
“Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová.” –Gn. 6.8
Esta palabra: “gracia”, aquí, significa
sencillamente algo que se recibe inmerecida y gratuitamente para
beneficio particular y personal. Se recibe inmerecidamente, esto
es, como en el caso de Noé, algo por lo cual el juicio y la ira de Dios no
alcanzó a tocarlo a este hombre en particular, pues nuestro Creador se
especializa y le agrada tratarnos como si solo uno de nosotros existiéramos
sobre la tierra, como si fuéramos el único tesoro por el cual se preocupara día
con día y en medio de nuestras labores y metas propias. Y en forma personal,
pues no le basta solo con relacionarse con nosotros sino también con llegar a
tener una compenetración muy íntima, de forma tal que le descubramos los
temores, nuestras necesidades, sueños y anhelos que guarda nuestro corazón.
Él se especializa en conseguir lo mejor que pueda
ofrecer para cada uno de quienes lo sepan amar y buscar.
Y ahí aparece esa palabrita: “gracia”,
inmerecido favor de Dios, pues no merecemos realmente la más pequeña parte de
su reino ni de su amor hacia nosotros, por causa de nuestros pecados:
“Ciertamente no hay hombre justo en la tierra,
que haga el bien y nunca peque.” -Ec. 7.20
“…y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a
maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del
hombre es malo desde su juventud;…” -Gn. 8.21
“No hay justo, ni aún uno”. -Ro. 3.10
“Y manifiestas son las obras de la carne, que
son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías,
enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias,
homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las
cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales
cosas no heredarán el reino de Dios.” -Gá. 5.19-21
Nosotros, no tenemos nada en realidad que
ofrecerle al Señor, ni siquiera una sola hierba del campo nos pertenece en el
sentido estricto de la palabra, pues incluso esa simple hierba Dios fue quien
la trajo a su existencia y la formó. Incluso cuando muramos nada de aquello que
“pensamos tener” habremos de llevar con nosotros, la casa donde vivimos y el
auto que algunos tenemos otras personas las ocuparán, al igual que nuestra
ropa, zapatos o libros o el televisor. Nadie se ha llevado nunca nada de este
mundo al lugar donde le toque estar, al cielo o al infierno, una vez ha pasado
el umbral de su propia muerte y ha pasado a la eternidad.
Ruth nada tenía que pudiera ofrecerle a Booz por
permitirle trabajar en sus campos, tampoco tenemos nada nosotros que podamos
ofrecerle al Señor por la alegría de vivir, respirar, disfrutar de una comida o
un sencillo refresco en la tarde, o la labor que podamos emprender en nuestro lugar
de trabajo, o unas vacaciones que logramos tener…
Ruth nada podía ofrecer: “¿Por qué he hallado
gracia en tus ojos para que me reconozcas, siendo yo extranjera?”
Ahí reside lo maravilloso de la “gracia”,
y es que, siendo algo inmerecido, es algo que se lo valora y se agradece, y se
llega a amar a aquel ser que nos prodiga tal don y nos llega a cubrir con él,
dando por manifiesto su propio y maravilloso amor. Del mismo modo como llegó a
amar Booz a Ruth así también nos ama nuestro padre celestial, como un príncipe
a su princesa, como un padre a su hijo, como un novio a su prometida, con esa
gracia especial y particular…
“Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia;
porque mi ira se apartó de ellos.” -Os. 14.4
“Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová
de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre
que perdona a su hijo que le sirve. “ -Mal.3.17
“Palabra fiel y digna de ser recibida por todos:
que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores,…” -1Ti. 1.15
“Porque por gracia sois salvos por medio de la
fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;…” -Ef. 2.8
La gracia de Dios derramada sobre nosotros
por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador, es la que nos permite
tener la confianza de ser salvos, esto es, de ser hallados dignos de ir a su
presencia una vez crucemos el umbral de la muerte y que, quiéranlo o no, todos
hemos de afrontarla un día de estos. La pregunta sencilla entonces es: ¿aceptas
el sacrificio inmerecido de Jesús en la cruz por tus pecados y lo
aceptas a él como tu Señor y tu Salvador particular y personal,
de modo de ser hallado digno de ir al cielo ante Dios Padre?, o, en su defecto,
¿rechazarás esta invitación divina a que te pongas a cuentas con el Creador
ante quien un día has de comparecer por todas tus decisiones, los dichos de tu
boca y todos tus actos?...
“Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos
salvos, …” -Hch. 15.11
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en
que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” -Ro. 5.8
“Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por
la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; …” -1Co. 1.4
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna.
Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.” -Jn. 3.16-17
“Gracia” es todo lo que necesitamos, y está disponible
para cualquier que se arrepienta de sus pecados y desee aceptar la salvación que
Dios Padre ha dispuesto en su Hijo, y que hoy más que nunca nos la hace
accesible y nos la da. Mas vale que aceptemos la invitación extendida hacia
cada uno de nosotros de nuestro Hacedor y nuestro Dios, a reconciliarnos con él
y poder vivir bajo su maravilloso amor por toda la eternidad...
“Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová
de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre
que perdona a su hijo que le sirve.“
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