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29/04/09 08:46
Nocturno
Una noche,
Una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
Una noche,
En que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas,
A mi lado, lentamente, contra mí ceñida toda,
Muda y pálida
Como si un presentimiento de amarguras infinitas,
Hasta el más secreto fondo de tus fibras te agitara,
Por la senda florecida que atraviesa la llanura
Caminabas,
Y la luna llena
Por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
Y tu sombra
Fina y lánguida,
Y mi sombra
Por los rayos de la luna proyectada
Sobre las arenas tristes
De la senda se juntaban
Y eran una
Y eran una
¡Y eran una sola sombra larga!
¡Y eran una sola sombra larga!
¡Y eran una sola sombra larga...!
Esta noche
Solo; el alma
Llena de infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
Separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia,
Por el infinito negro,
Donde nuestra voz no alcanza,
Solo y mudo
Por la senda caminaba...
Y se oían los ladridos de los perros a la luna,
A la luna pálida
Y el chirrido de las ranas...
Sentí frío. Era el frío que tenían en la alcoba
Tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
Entre las blancuras níveas
De las mortuorias sábanas!
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
Era el frío de la nada...
Y mi sombra
Por los rayos de la luna proyectada,
Iba sola,
Iba sola,
¡Iba sola por la estepa solitaria!
Y tu sombra, esbelta y ágil
Fina y lánguida,
Como en esa noche tibia de la muerta primavera,
Como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
Se acercó y marchó con ella,
Se acercó y marchó con ella,
Se acercó y marchó con ella...
¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras de los cuerpos que se juntan con las sombras de las almas!
¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas...!
Una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
Una noche,
En que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas,
A mi lado, lentamente, contra mí ceñida toda,
Muda y pálida
Como si un presentimiento de amarguras infinitas,
Hasta el más secreto fondo de tus fibras te agitara,
Por la senda florecida que atraviesa la llanura
Caminabas,
Y la luna llena
Por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
Y tu sombra
Fina y lánguida,
Y mi sombra
Por los rayos de la luna proyectada
Sobre las arenas tristes
De la senda se juntaban
Y eran una
Y eran una
¡Y eran una sola sombra larga!
¡Y eran una sola sombra larga!
¡Y eran una sola sombra larga...!
Esta noche
Solo; el alma
Llena de infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
Separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia,
Por el infinito negro,
Donde nuestra voz no alcanza,
Solo y mudo
Por la senda caminaba...
Y se oían los ladridos de los perros a la luna,
A la luna pálida
Y el chirrido de las ranas...
Sentí frío. Era el frío que tenían en la alcoba
Tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
Entre las blancuras níveas
De las mortuorias sábanas!
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
Era el frío de la nada...
Y mi sombra
Por los rayos de la luna proyectada,
Iba sola,
Iba sola,
¡Iba sola por la estepa solitaria!
Y tu sombra, esbelta y ágil
Fina y lánguida,
Como en esa noche tibia de la muerta primavera,
Como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
Se acercó y marchó con ella,
Se acercó y marchó con ella,
Se acercó y marchó con ella...
¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras de los cuerpos que se juntan con las sombras de las almas!
¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas...!
-José Asunción Silva, colombiano
“…
Silva no fue un ermitaño, ni se abandonó a la soledad resentida. Mantuvo
tertulias, escribió en periódicos, tuvo un cargo diplomático en Caracas y desde
allí envió a su amigo y maestro Mallarmé una orquídea especialmente preparada
para que sobreviviera el largo viaje transatlántico. Es probable que haya
enviado muchas flores en su vida, pero ésta es una de las pocas veces que el
envío está documentado, y el destinatario no era una mujer.
El
último cheque de su vida, por la suma de cuatro pesos, es el pago de un ramo de
flores para una mujer, pero esa mujer era su hermana Julia. Para decirlo de una
vez por todas, no se le conocieron mujeres, ni siquiera de aventuras. Algunos
biógrafos han hecho listas de posibles amantes a partir de simples conjeturas
sobre hipotéticas hembras reales, ocultas detrás de las mujeres ficticias de
sus poemas. Esto, me parece, es casi como tratar de averiguar el nombre de la
Casada Infiel que Federico García Lorca se llevó una vez al río, «creyendo que
era mozuela, pero tenía marido». Si alguna compañera tuvo Silva fue su hermana
Elvira, su amiga y confidente entrañable, a quien contaba todos sus secretos, y
por eso quieren las gentes de alma miserable ver un incesto en ese amor de
hermanos.”
-Tomado de: Analítica.com
Recomiendo su lectura completa en: www.analitica.com/BITBLIO/vidales/silva.asp,
para conocer no solo su carácter introvertido sino también las circunstancias
de la sociedad de la época en la que vivió, una sociedad a la que tanto le
importaban “las apariencias”. Esto marcó definitivamente ese carácter y
aislamiento al que se le han dado tantas malas interpretaciones, sobretodo muy
maliciosas, desde pretender un supuesto “homosexualismo” hasta pactos que
“habría hecho” con fuerzas oscuras, diabólicas y malévolas… la imaginación de
la gente puede llegar a ser tan malvada y desastrosa…
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La
maravillosa historia de una “cenicienta” bíblica: Ruth (1)
Capítulo
1
Rut
y Noemí
"Aconteció
en los días que gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra. Y un varón
de Belén de Judá fue a morar en los campos de Moab, él y su mujer, y dos hijos
suyos. El nombre de aquel varón era Elimelec, y el de su mujer, Noemí; y los
nombres de sus hijos eran Mahlón y Quelión, efrateos de Belén de Judá.
Llegaron, pues, a los campos de Moab, y se quedaron allí. Y murió Elimelec,
marido de Noemí, y quedó ella con sus dos hijos, los cuales tomaron para sí
mujeres moabitas; el nombre de una era Orfa, y el nombre de la otra, Rut; y
habitaron allí unos diez años. Y murieron también los dos, Mahlón y Quelión,
quedando así la mujer desamparada de sus dos hijos y de su marido.” -Rt. 1.1-5
La
historia empieza en tiempos muy duros cuando el hambre azotó especialmente a la
región de Judá, según la narración, y un hombre, un padre de familia como
Elimelec, quien sale de su tierra para ir a “probar suerte” en tierra enemiga y
que estaba bajo la maldición de Dios mismo. Debemos saber que los moabitas (de
donde vino Ruth) y los amonitas fueron pueblos originados por los hijos nacidos
de la relación incestuosa de un padre con sus dos hijas, cuando huyeron de la
destrucción de Sodoma, podemos encontrar el relato en Ex.19.30-38, y espero que lo lean para que
descubran (si no lo saben) de qué hombre bíblico estamos hablando. De la
relación sexual con su hija mayor nació Moab y de este descienden todos los
moabitas que se convirtieron siempre en enemigos a muerte de Israel, y de igual
modo lo fueron los amonitas.
Por
esa relación incestuosa la maldición de Dios mismo estaba sobre esa nación, a
donde fue a refugiarse y buscar mejor “suerte” Elimelec:
“No
entrará amonita ni moabita en la congregación de Jehová, ni hasta la décima
generación de ellos; no entrarán en la congregación de Jehová para siempre, …”
-Dt. 23.3
Y
esa maldición, la maldición cernida sobre ese pueblo, alcanzó a Elimelec y a
sus hijos y murieron allí. Es sumamente interesante tomar bien en cuenta dos
detalles que se escapan con facilidad si no nos lo da a conocer el Santo
Espíritu del Señor:
Primero:
Los
mismos nombres de ellos implican un reconocimiento a la soberanía y voluntad de
Dios que deberían haberla tenido en sus decisiones, en sus corazones, pero no
consultaron al Señor, simplemente hicieron por sí mismos lo que mejor les
pareció, y esta es una gran lección hoy: es algo que como cristianos no podemos
darlos el lujo de hacer nunca ni aún para caminar “solo hasta la tienda de la
esquina”. Nunca nos olvidemos de reconocer su presencia en todo lo que hacemos
o dejamos de hacer, Elimelec se equivocó de forma fatal al ignorar a nuestro
Dios. Lo irónico de esto es que su nombre, Elimelec, significa literalmente “Mi
Dios es mi Rey”. Los nombres de sus hijos, Mahlón: “Canción Jubilosa”,
Quelión: “Perfección” y el de su esposa, Noemí: Amable, Placentera.
Sus nombres hablan claramente de “en quien debían confiar” y permanecer donde
estaban y luchar, Dios jamás los abandonaría pero ellos no confiaron en él y
tomaron su decisión sin consultarlo a él. Para complicar aún más las cosas el
término “efrateo” significa: bendecido, Belén: “casa de pan”,
y Judá: alabanza, “agradezco a Dios” o, “reconozco a Dios”; y
esto es lo que declara la Biblia de ellos: que eran… ¡efrateos de Belén de
Judá! ¿No es irónico que con tremenda declaración de su identidad judía en Dios
no confiaran en él, y se dejaron llevar por el temor?...
Segundo:
Es
interesante ver hasta qué punto la maldición los alcanzó que aún después de 10
años ninguno engendró un niño que le sucediera, y perpetuase sus nombres para
el pueblo de Israel. La maldición los alcanzó no solo con la muerte sino
también con esterilidad, y a más de esto la pobreza también los
alcanzó y nunca los dejó, podemos darnos cuenta de esto cuando la misma Noemí
declara contra sí misma más adelante: “Yo
me fui llena, pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías” -Rt. 1.21 En
otras palabras, Elimelec oyó “que había hambre sobre la tierra” y huyó, aun
cuando tenía buenas tierras y posesiones también, no era un ¨pobretón” ni mucho
menos, pero sucedió con él lo que sucede con muchos en nuestros días, los casos
abundan: teniendo lo necesario no se contentan y quieren aún más y se van a
España o Inglaterra “oyendo lo que otros han ganado por allá”, las motivaciones
no son las correctas, no fue por pobreza ni por necesidad sino básicamente por
temor (consecuente falta de confianza en Jehová) y por ambición, en el fondo
temía lo que habría de perder (también poniendo su confianza en las riquezas y
no en Dios). De paso, sabemos que tenía buenas tierras cuando a su regreso, un
pariente cercano, deseaba comprar dichas posesiones para él (esto es hermoso,
pero, tranquilos, lo estudiaremos más adelante y bien):
“Luego
dijo al pariente: Noemí, que ha vuelto del campo de Moab, vende una parte de
las tierras que tuvo nuestro hermano Elimelec.” -Rt. 4.3
Conocemos
los tiempos duros que fueron esos no solo por el hambre que asoló por aquellos
días a la tierra de Judá, sino también por lo que declara el libro anterior al
de Ruth, el de los Jueces, cuando éste termina y dice:
“En
estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía.” -Ju.
21.25
En
otras palabras, eran también tiempos de anarquía, de convulsión social, sin un
guía político ni militar ni espiritual que impusiera orden en Israel. Tampoco
había en realidad un serio compromiso de la nación con el Señor, al terminar la
era de los Jueces no habría un verdadero líder espiritual hasta el
aparecimiento posterior de Samuel, ni de uno político ni militar como lo fue
bien o mal Saúl, como el primer rey sobre Israel.
“…y habitaron allí
unos diez años. Y murieron también los dos, Mahlón y Quelión, quedando así la mujer
desamparada de sus dos hijos y de su marido.”
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