La maravillosa historia de una cenicienta bíblica: Rut (3


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/05/09 09:43

Fiera de amor




"Fiera de amor, yo sufro hambre de corazones.
De palomos, de buitres, de corzos o leones,
No hay manjar que más tiente, no hay más grato sabor;
Había ya estragado mis garras y mi instinto,
Cuando erguida en la casi ultratierra de un plinto,
Me deslumbró una estatua de antiguo emperador.

Y crecí de entusiasmo; por el tronco de piedra
Ascendió mi deseo como fulmínea hiedra
Hasta el pecho, nutrido en nieve al parecer;
Y clamé al imposible corazón... la escultura
Su gloria custodiaba serenísima y pura,
Con la frente en Mañana y la planta en Ayer.

Perenne mi deseo, en el tronco de piedra
Ha quedado prendido como sangrienta hiedra;
Y desde entonces muerdo soñando un corazón
De estatua, presa suma para mi garra bella;
No es ni carne ni mármol: una pasta de estrella
Sin sangre, sin calor y sin palpitación...

¡Con la esencia de una sobrehumana pasión!"


 

-“Los astros del abismo”, Delmira Agustini, 1924

 

 

Delmira Agustini nació en Montevideo en 1886, en una familia burguesa, de madre argentina y padre uruguayo. Niña solitaria, fue educada en el propio hogar. Sólo de adolescente salió a estudiar pintura, piano, francés.

Tenía 16 años cuando aparecieron publicados poemas y relatos suyos en conocidas revistas de entonces: Rojo y Blanco y La Pètite Révue.

 

Una poeta precoz, decían los intelectuales de Montevideo. A los 18, escribe columnas en La Alborada, biografías de mujeres, comentarios. Delmira se convierte ella misma en un personaje de la vida cultural, empieza a frecuentar escritores, periodistas, actores. Siempre acompañada por su madre, vigilada por sus ojos.

 

La figura de Delmira Agustini sorprende en su dualidad. Delmira es la hija obediente, guarecida en el hogar y la poeta apasionada, la mujer ardiente, capaz de trazar versos cargados de erotismo.

Es la “Nena” para su padre, y la que recibe la visita de nada menos que Rubén Darío, el gran poeta de América, el creador del Modernismo, que llega a Montevideo en 1912.

 

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Delmira se casa con Enrique Job Reyes, joven comerciante, en 1913. A los cincuenta y tres días de casada, vuelve a la casa de sus padres.

 

Algunos aducen como motivo su enamoramiento del escritor argentino Manuel Ugarte, con el que hacía tiempo se escribía y al que solía ver en Montevideo.

 

Las cartas de Delmira dejan entrever la pasión: “Ud. sin saberlo sacudió mi vida”. A los arrebatos de ella, él respondía gentil, pero retrocedía, se disculpaba, la soslayaba.

Esta es la historia que se repite en su vida: su apasionamiento, sus impulsos, reciben siempre un “tranquila, tranquila” como le supo decir Rubén Darío; los hombres que ama parecen temerle, prefieren mantenerla a distancia. Es una mujer excepcional, fuera de la regla de la época, y no se le perdona.

 

Delmira se sigue viendo con Reyes, el ex esposo. Se encuentran periódicamente como amantes.

La tarde del 6 de julio de 1914, él la cita en una habitación alquilada, le ruega un último encuentro, dice que debe irse a Buenos Aires. En esa cita, en esa tarde de invierno, Reyes la asesina con dos balazos y luego se suicida.

 

Delmira ya había escrito ese momento fatídico en “Lo inefable”:

 

“Yo muero extrañamente...No me mata la Vida,/ No me mata la Muerte, no me mata el Amor;/Muero de un pensamiento mudo como una herida”. .....

 

Extracto de: testella.blogspot.com/2007/07/delmira-agustini.html 

 

 

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Ruth: La maravillosa historia de la “cenicienta” bíblica. (3)

 

Capítulo 2

“Rut recoge espigas en el campo de Booz.

 

Tenía Noemí un pariente de su marido, hombre rico de la familia de Elimelec, el cual se llamaba Booz.

Y Rut la moabita dijo a Noemí: Te ruego que me dejes ir al campo, y recogeré espigas en pos de aquel a cuyos ojos hallare gracia. Y ella le respondió: Vé, hija mía.

Fue, pues, y llegando, espigó en el campo en pos de los segadores; y aconteció que aquella parte del campo era de Booz, el cual era de la familia de Elimelec.

Y he aquí que Booz vino de Belén, y dijo a los segadores: Jehová sea con vosotros. Y ellos respondieron: Jehová te bendiga.

Y Booz dijo a su criado el mayordomo de los segadores: ¿De quién es esta joven?

Y el criado, mayordomo de los segadores, respondió y dijo: Es la joven moabita que volvió con Noemí de los campos de Moab; y ha dicho: Te ruego que me dejes recoger y juntar tras los segadores entre las gavillas.

Entró, pues, y está desde por la mañana hasta ahora, sin descansar ni aun por un momento.

Entonces Booz dijo a Rut: Oye, hija mía, no vayas a espigar a otro campo, ni pases de aquí; y aquí estarás junto a mis criadas.

Mira bien el campo que sieguen, y síguelas; porque yo he mandado a los criados que no te molesten. Y cuando tengas sed, ve a las vasijas, y bebe del agua que sacan los criados.

Ella entonces bajando su rostro se inclinó a tierra, y le dijo: ¿Por qué he hallado gracia en tus ojos para que me reconozcas, siendo yo extranjera?

Y respondiendo Booz, le dijo: He sabido todo lo que has hecho con tu suegra después de la muerte de tu marido, y que dejando a tu padre y a tu madre y la tierra donde naciste, has venido a un pueblo que no conociste antes.

Jehová recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte.

Y ella dijo: Señor mío, halle yo gracia delante de tus ojos; porque me has consolado, y porque has hablado al corazón de tu sierva, aunque no soy ni como una de tus criadas.”  -Rt. 2.1-13

 

Antes de continuar con esta historia es necesario entender en qué situación se hallaba Ruth al llegar con Noemí a los campos de Belén. No solo había enviudado tras 10 años de matrimonio sino que también no había concebido ni un solo hijo en todo ese tiempo, algo que a los ojos de las mujeres de su época era muy triste y deshonroso, pues una mujer fructífera era lo que deseaban en su corazón ser ante su esposo y ante su pueblo.

 

También se encontraba, como descendiente de Moab, bajo la maldición expedida por Dios mismo en Deuteronomio 23.3:

 

“No entrará amonita ni moabita en la congregación de Jehová, ni hasta la décima generación de ellos; no entrarán en la congregación de Jehová para siempre, …”

 

Ruth estaba dolida, cansada, con su corazón destrozado y sin esperanza por el desamparo en el que habían caído con Noemí sin la protección de un varón. En esos tiempos, en Israel, cuando una mujer enviudaba muchos malvados se aprovechaban de la situación sabiendo que no sabría defenderse por sí sola, y le robaban sea por un medio o por otro hasta dejarla sin nada, no se compadecían tampoco de los hijos o de los parientes sobretodo si eran pobres y necesitados; en tales circunstancias muchas morían y otras por sobrevivir caían en la prostitución y lejos de sus familias.

 

Esta es la razón por la cual Dios, a lo largo del tiempo y en la Biblia, muchas veces advirtió a Israel de no aprovecharse de la desgracia de tales mujeres, incluso se lo reprochó a los líderes religiosos en la época de Jesús:

 

“A ninguna viuda ni huérfano afligiréis. Porque si tú llegas a afligirles, y ellos clamaren a mí, ciertamente oiré yo su clamor; y mi furor se encenderá, y os mataré a espada, y vuestras mujeres serán viudas, y huérfanos vuestros hijos.” -Ex. 22.22-24

 

“Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas, ni toma cohecho; que hace justicia al huérfano y a la viuda; que ama también al extranjero dándole pan y vestido.” -Dt. 10.17-18

 

“Tus príncipes, prevaricadores y compañeros de ladrones; todos aman el soborno, y van tras las recompensas; no hacen justicia al huérfano, ni llega a ellos la causa de la viuda.” -Is. 1.23

 

“A la viuda y al extranjero matan, Y a los huérfanos quitan la vida.” -Sal. 94.6

 

“… no oprimáis a la viuda, al huérfano, al extranjero ni al pobre; ni ninguno piense mal en su corazón contra su hermano.” -Zc. 7.10

 

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación.” -Mt. 23.14

 

“En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria.” -Hch. 6.1

 

Quizá quien mejor nos da con toda claridad el mandamiento que debemos seguir ante los ojos de nuestro Creador es Santiago, muy por el contrario de todas las amonestaciones que por boca de sus profetas tuvo Dios que hacer, ante una nación que siempre persistió en este tipo de maldades contra los más débiles, y que, dicho sea de paso, nos llega también a cada uno de nosotros hoy día:

 

“La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.”   -Stg. 1.27

 

Volviendo a nuestra historia, y en tales circunstancias, Ruth empieza a espigar (esto es, recoger del campo, durante las labores de la cosecha, lo que vayan dejando y olvidando tras ellos los segadores, quienes toman lo mejor de cada cosecha dicho sea de paso), justamente en el tiempo adecuado (ya vimos esto antes) y también en el campo adecuado pues ese terreno donde ella fue a parar era de Booz, pariente adinerado y directo de Elimelec y quien no solo la atiende en persona, sino que también se preocupa por su bienestar el mismo instante en que la descubre trabajando en su cosecha.

 

Dios es un Dios que se preocupa profundamente y personalmente por cada uno de nosotros, no está lejos nunca, jamás se aleja aunque no lo hayamos reconocido en nuestra vida diaria y cuando nos conducimos a nuestros trabajos o a nuestros hogares, alejados de él, sin ponernos a pensar en todo lo que él nos cuida aunque nunca lo reconozcamos. Ruth tomó la mejor decisión al depender de Dios (como ya vimos antes también) y él proveyó para ella todo lo mejor que hubiese en esos días a fin de satisfacer sus más profundas necesidades: 

 

“…porque yo he mandado a los criados que no te molesten. Y cuando tengas sed, ve a las vasijas, y bebe del agua que sacan los criados.”

 

Sabiendo lo buena que ella había sido con su suegra, Noemí, Booz tampoco tuvo reparos en recompensar y ayudar como bien pudiera a esta mujer extranjera, incluso la bendijo de parte de Dios con esas palabras maravillosas:

 

“Jehová recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte.”

 

Cuando dependemos de nuestro Creador ninguna peste nos asusta, cuando dependemos de nuestro Dios ninguna mala noticia nos desalienta aun cuando como hombres sí podemos entristecernos, mas no nos dejamos llevar por las circunstancias de malas noticias y aprendemos a valorar las pequeñas cosas que tenemos, nos acomodamos a mejores oportunidades y seguimos adelante de mano de nuestro Señor, esperando en él, y solo en él, que se cumpla lo mejor de nuestros sueños o la mayor de todas nuestras esperanzas.

De paso, es bueno que entienda bien lo que hizo Ruth cuando la palabra nos dice:

 

“Entró, pues, y está desde por la mañana hasta ahora, sin descansar ni aun por un momento. “

 

No piense que Dios bendice o ayuda a algún perezoso y en alguna forma, la mejor manera de conseguir las metas que nos proponemos alcanzar es arrodillados y humildes en la oración, y enseguida, con las manos en el arado o en las herramientas que necesitamos par alcanzar lo que soñamos para nuestras vidas. Dios no bendice sino a quien se esfuerza por alcanzar sus más caros anhelos y deseos, aquellos que ha guardado el corazón quizá incluso desde nuestra infancia, y como un tesoro fantástico…

 

“No hay manjar que más tiente, no hay más grato sabor;

.....
¡Con la esencia de una sobrehumana pasión!... “




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