“Mis” dos niños

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07/02/10 16:01



………………………………….La Biblia dice:……………………………………
"Mas Jesús les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos." -Mt. 19.14



Ya pasó aquel tiempo de llorar.

¡Déjenlos correr!, el campo donde sus piececillos se mueven son como el océano solo que aún más amplio y sideral, más insospechado e insondable de lo que ahora nos podamos imaginar. Sus frentecitas ya no acusan sufrimiento alguno y esperan con paciencia literal a que, llegada la noche de la muerte de sus madres ahí sí, por fin, las puedan abrazar, y quizás lloren, eso sí, solo quizá, porque los dolores primeros pasaron como el ala de una inmensa mariposa que suele dejar sus colores sobre una baranda de la casa, o sobre un radiador.

Entonces correrán juntos, madre y niño, niño y madre, por los campos celestiales donde el bueno de nuestro Dios no se ha de cansar de verlos sonreir ni de ofrecerles los más dulces frutos. Y el día se hará largo como un mes y el mes como el año será de medida igual, y el lago será siempre el lago y el perfil de un delfín seguirá siendo el mismo cuando hayan transcurrido aún otros mil o diez mil años desde el mar. Sobre la perla de las hojas de los árboles las lágrimas que fueron derramadas un triste día, un segundo de despedida o de no muy buena intención, se han de tornar en suave neblina que como un algodón surque las dehesas, el prado virginal de colores aún no vistos y olores no encontrados, y niño y madre olvidarán el recuerdo de la muerte vistiendo deprisa su presa cual una arañita su zancudo y reloj.

El planeta de los niños es visitado también por otras madres y padres que los abortaron en su tiempo y a quienes el perfume del perdón inundó con propiedad la longitud de un corazón, padres y niños, niños y padres que un día fueron tales se vuelven a encontrar en abrazos y risas inmensas como el sol que lento expande y cesa su dominio ante tal demostración de amor, y se vuelve un fosforillo encendido, apenas un segundo, que a la vez se alarga como espuma por la celosía de la eternidad.

Como el cielo no tiene la más mínima muestra ni presencia de maldad tampoco faltan allí los hermanos que no amaron en vida a sus hermanitos más pequeños, o aquellos que no los supieron honrar si eran mayores en fuerza, edad o potestad. Y el río de niños crece cada vez como queriendo formar un solo Gran Angel milenial quien, copando las estrellas y los espacios y los quasares y las lunas varias, llegue a ser aún mucho mejor de aquello que en su inicio en sabiduría y en belleza era plenamente Satanás.

El planeta de los niños está lleno... claro, ¡de niños! Allí está esperando mi sobrino no nacido (por grave retraso mental del síndrome de Down) a mi hermana y otro sobrino no nacido de mi querido primo José (muerto a los siete meses de gestación) que espera también a su mamá; allí están los dos, juntos juegan todo el día (un día será como el de acá?... ) y no se cansan porque tienen en sus suaves y tiernos miembros la misma fuerza gloriosa y bella de Dios, sus ojos de vez en cuando vuelven a atisbar por el camino de flores por donde los ángeles les dijeron que han de ver de nuevo a sus mamás, luego, rien con los millones de millones de millones de niños que rien y vuelven a jugar incluso sin el más mínimo indicio inmediato de “a qué van a jugar”...
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No se porqué me desperté tan temprano esta noche (poco antes de las 3 de la mañana), enseguida me vinieron ganas de escribir sobre ellos y el por qué guardo la esperanza también de “volverlos a encontrar”, pienso que deberían saberlo, deben saber que Dios ama a los niños que perdimos (y estoy plenamente convencido que él los necesitaba más) de tal forma que los abortados y los abandonados, los maltratados y los rechazados, los no reconocidos y los malformados ahora tienen una vida plena llena de niñez como niños, y ya lejos del dolor y la muerte bajo el amparo de la eternidad (el sueño ya no acude a mis ojos...).

Por cierto, si yo hubiera tenido niños lo llamaría al uno Samuel, por el profeta, sacerdote y juez de la Biblia; y al otro David, por el dulce rey y cantor de Israel, de modo que ya sabes ñañita que a tu niño lo llamé Samuel y al de mi querido primo, David; si me lo permiten, claro está. Y ahora mismo Samuel y David están mirando esta nota, escrita desde el fondo del corazón de un tío extraño que piensa que deben saber que nuevamente, en un buen y fuerte abrazo de madres, padres, hermanos, primos, sobrinos e hijos, si el buen Dios de los cielos nos permite la dicha, algún momento ¡nos volveremos a encontrar!

El cielo es un lugar hermoso al que solo anhelo un día poder volverlo a ver.


"Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman." -1Co. 2.9



-Álvaro Rojas (madrugada del 4 de febrero de 2010)





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