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09/01/09 06:57
La profunda tierra marrón y gris salía a flor del
suelo como unas olas plañideras, plañir de arpas y alcohol reverberando por las
montañas. Su olor, acre de tanto invierno reseco, llevaba las mismas huellas
que el sol puso desde el inicio de los tiempos como un tigrillo sus patas
gruesas.
Era la primera vez en que conocía el arado y la
imagen que me llega, nostálgica, carga su propio son de amarillo maíz, cacao
oscuro y plátano salteado. La tierra había que dejarse lista para la próxima
siembra de maní sobre la colina, y hacia un lado de sus flancos, mientras el
invierno de febrero, tímido aún, no dejaba mostrar sus joyas de agua a aquellos
que heríamos la tierra y nuestras esperanzas en esas mañanas.
Con el correr de los días también íbamos a La Manga o a El Tablón a recoger el maíz que a la sazón de ese tiempo, maduro ya, como el mango o la higuerilla, nos permitía disfrutar con sus ganancias del dinerillo frugal con que a la par se vendía. Lo malo, eso sí, eran los mosquitos, pues yo llegaba ya caída la tarde y hechas todas las cosas y oficios que tocaran (hasta acarrear el agua desde el río y a lomo de un borrico), a bañarme y verme recién lleno de picaduras por todas partes, con grandes o pequeñas pístulas rojizas y amarillentas completas de pus y de sangre: medallas de la localidad ganadas a pulso y por ese día.
Con el correr de los días también íbamos a La Manga o a El Tablón a recoger el maíz que a la sazón de ese tiempo, maduro ya, como el mango o la higuerilla, nos permitía disfrutar con sus ganancias del dinerillo frugal con que a la par se vendía. Lo malo, eso sí, eran los mosquitos, pues yo llegaba ya caída la tarde y hechas todas las cosas y oficios que tocaran (hasta acarrear el agua desde el río y a lomo de un borrico), a bañarme y verme recién lleno de picaduras por todas partes, con grandes o pequeñas pístulas rojizas y amarillentas completas de pus y de sangre: medallas de la localidad ganadas a pulso y por ese día.
También busqué trabajo en los almacenes Tía,
recuerdo que también uno de mis primos, Fernando, quiso entrarle al “negocio”
pero a la final, ni a él ni a mí nos resultó y tuvimos que volver a trabajar el
campo como muchos en mi familia. Yo había llegado a Manabí realmente huyendo de
los encontrones que tenía con mi papi, supongo, por no haber sido nunca para él
el hijo “perfecto” como sí me hacía saberlo que era mi hermano. Ahí quedaron
mis estudios de Arte y Pintura en la Universidad Central, y los ingenuos
argumentos de fama y fortuna con que nuestros profesores nos cubrían. Busqué
por el cielo de un cañaveral lo que no hallaba en la negruzca ciudad de donde
provengo y desde entonces, mi corazón, farol de calcio, no ha dejado de amar
profundamente esa tierra. Hasta su olor de mujer dormida y frágil me es tan
fácil de abstraérmela completa hoy mismo!
Fueron días felices, dulces como mandarinas,
sencillos, sin nada o casi nada de dinero en los bolsillos, bajo el sol y el
machete en la tibieza de su vientre; los platanales orgullosos y altivos, el
tamarindo de la esquina del huerto de “Papito”, el guachapelí y su sombreada y
fresca cuenca por el sendero a La Manga, el levantarse antes de las cinco, la
comida agradable y bienvenida de la tarde en el cansancio, un vaso helado de
jugo de sandía, el marañón en el camino, el baño diario y dichoso en el río al
final de la jornada, media hora, una hora, observando la esmeralda caída limpia
del sol mientras se esconde cual una novia esquiva en los cañaverales
antiguos.
Portoviejo, Crucita, La Boca, Bahía, San Jacinto,
El Jobo, El Hormiguero, La Vega (hermosa, tan hermosa) de Papito. La profunda
tierra marrón y gris que cuece el barro de mi corazón desde esos días!
-Alvaro Rojas
(N.B. “Papito”, mi
abuelito, falleció poco después de esta nota, su casa parece haber guardado su
sonrisa franca y fresca, en cada rincón, en cada planta, en el fogón, estrella
fugaz de gota en gota… )
………………………………….La Biblia dice:……………………………………
“A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los
que no tienen dinero, venid, comprad, y comed. Venid, comprad sin dinero y sin
precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro
trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará
vuestra alma con grosura”. – Isaías 55.1-2
“Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su
madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. – Génesis 2.24 / “…así
que no son ya más dos, sino uno. Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el
hombre”. – Marcos 10.8b-9
Si algo he aprendido es que las mayores
conquistas en la vida de una persona nada tienen que ver con el dinero o con
los negocios diarios. Antes bien, tienen que ver en LA ACTITUD con que
enfrentamos las cosas que nos sobrevengan en el camino.
La vida matrimonial, tal como Dios la planificó
(con todas sus bendiciones) para nosotros no escapa tampoco en forma alguna
esta sencilla norma.
La Biblia dice que los DOS se hacen UNO dando a
entender del arameo original el sentido claro de una “soldadura” que nadie
puede ni debe romper, bajo ninguna circunstancia. Y al tratarse de UN SOLO SER
ambos gobiernan sus vidas (bajo los principios del Señor) en una armonía
solamente conocida por ellos mismos.
En la vida futura que tenemos prometida no
compraremos ni venderemos nada a nadie, todo será de todos, nadie volverá a
saber lo que es el alquilar, intercambiar monedas, el trabajar para obtener
dichas monedas y con ello saber un “cuánto puedo comprar”; y, de igual manera
la vida en que hoy nos desenvolvemos es, como el apóstol Pablo lo declara
sobretodo refiriéndose a las fiestas del Señor que son solo “sombras de lo
que está por venir” (Colosenses 2.17). También en el libro del Apocalipsis
se nos dice que “al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le
daré autoridad sobre las naciones, …”
Aquí radica un principio básico y que con mayor
razón le ha sido dado al matrimonio: el compartir, la generosidad con los
demás, el preocuparse por alguien que esté en necesidad, al ser aplicado a
diario en la vida conyugal el YO es negado siempre frente al NOSOTROS que
llegará con total naturalidad: “mi auto” deja de ser “mi auto” para hacerse “nuestro
auto” así uno de ellos se lo hubiese conseguido siendo aún soltero. “Mi vida
privada” pasa a ser “nuestra vida juntos” sin perder tampoco en lo más profundo
y por ninguna razón siempre algo de intimidad y de soledad cuando se la
necesite. Por esa razón un hijo puede llegar y tomar lo que desee del
refrigerador, o una hermanita, o el esposo o la esposa, servirse sin tener que
dar razón mayor del por qué se toma o por qué se deja tal o cual cosa. Por
supuesto siempre que no cree ningún sentido de desorden o caos dentro de las
normas lógicas en el hogar.
Solo quien sabe y puede vivir BAJO AUTORIDAD en
esta vida podrá en la vida eterna REINAR CON AUTORIDAD. El matrimonio es “solo
una sombra de lo que está por venir”, mas vale que entendamos eso ahora y
practiquemos el compañerismo conyugal, auténtico y desinteresado, como hombre y
como mujer, en el que debemos vivir SIRVIENDO de todo corazón al OTRO cada uno
de nuestros días.
Espero que con esto empiecen a haber más hombres,
ya casados, llevándole unos chocolatitos a sus esposas y una esposa sirviéndole
un desayuno especial a su esposo, cada fin de semana, cada viernes, o cada…
¡qué se yo!… cada qué cortísimo tiempo… quizá entre un latido… y quizá otro
latido…
.
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