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19/12/08 12:39
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
¡Tú me mueves, Señor! Muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muévenme en fin, tu amor, y en tal manera
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
-Anónimo
---------------------La Biblia
dice------------------------
“Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” -Mateo 16.16 “Dios envió a su Hijo unigénito al mundo” -1 Juan 4.9
“Se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo” -Filipenses 2.7
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre)” -Juan 1.14
“El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” -Lucas 19.10
Lo más inquietante de la época de navidad no son
los niños mendigando por las calles de la ciudad, en medio del peligro del
intenso tráfico; tampoco la creciente pobreza que se ve año con año en los
sectores más sensibles de los barrios ilegales y periféricos, llenos de
prostituciòn y drogas, muerte y pérdida de todo sentido de valor hacia la vida
humana. Lo más inquietante está más bien en el hecho de que es solo una época
más de festividad dentro de un calendario comercial y consumista, gente que va
de compras y gasta todo lo que puede en un insulso afán de agradar única y
exclusivamente a quienes más se ama, dejando al resto de quienes no son parte
de su “círculo familiar” fuera de toda posibilidad de hallar paz, felicidad y
esperanza de la que tanto les agrada llenarse la boca; deseos y solo deseos,
palabras y solo palabras, tarjetitas y más tarjetitas acarameladas…
Lo verdaderamente cierto es que el mundo no
necesita buenos deseos de una ocasión o de una época, lo que todos necesitamos
en lo más profundo de nuestras almas es a Jesucristo, al hijo del Dios
viviente, quien murió por nosotros pagando en la cruz la deuda de nuestros
pecados y rebeliones:
“El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo
que se había perdido” -Lucas 19:10
Solo de ese modo el hombre hallará el final
sentido a su existencia, la esperanza de su salvación que en la Biblia es más
bien “certeza”, y la paz y el gozo permanentes que todos necesitamos aún más
que cualquier alimento o abrigo físicos, una paz que no se comprende en medio
de las tormentas, el gozo y la alegría que nadie entiende en medio de la triste
experiencia incluso de la muerte!
Solo Jesús puede satisfacer las más profundas
necesidades y deseos del corazón humano, él es la respuesta a los mayores
dilemas, enfermedades, malas noticias, guerras y destrucción que caracterizan a
nuestros días; no tememos devaluaciones ni crisis financieras, ni subida de
precios, ni escasez o inundaciones o sequías; un corazón aferrado a la cruz es
tan inconmovible ante los vaivenes del mundo que ninguna ola de incertidumbre,
ni terror imprevisto hacen mella en el hombre que hacia Dios dispone su camino.
No que alguna vez no se sienta triste, o que termine llorando, o que no sienta
angustia o duda o miedo; sino que pase lo que pase su vista no está puesta en
las cosas ni circunstancias diarias y normales, y mas bien está puesta en los
cielos, donde el Creador, quien controla todas las cosas ha prometido
cuidarnos, guiarnos, sostenernos y consolarnos a pesar de lo que pudiera
pasarnos mientras vivimos sobre la Tierra.
El mundo necesita a Cristo, más que cualquier
otro obsequio o caramelo o brindis o beso. Dejemos como cristianos lo más bello
y sencillo de Cristo en el corazón de otras personas, ese, y solo ese, es el
mayor regalo que podamos ofrecerle a alguien tal como una vez lo hallamos
porque una persona oró con nosotros. El resto: el dinero, el vestido, la
comida, las amistades, el trabajo, festividades, paseos, la familia solo
tendrán sentido si Jesús es el centro y motivo de nuestras esperanzas y sueños.
Y si sirve de testimonio, si él no me hubiera encontrado hace ya mucho tiempo
que yo debería estar muerto!
Solo otra cosa, que en verdad resultan ser tres:
A Cristo se lo conoce porque hay una profunda
necesidad en el corazón de una mujer, en el corazón de un hombre, sin este
requisito, es imposible que alguien llegue a experimentar su presencia e
intimidad personal.
Solo el Espíritu Santo puede enseñarle que las
cosas acerca del Hijo de Dios son verdad, la ciencia ni el entendimiento humanos
no pueden por sí solos conocerle a él.
Solo la Biblia declara fielmente quién es el
Señor, ningún otro libro lo hace:
“Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”
-Mateo 16.16
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